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CARLOS GIMÉNEZ LORENTE

psicoterapia relacional

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Las emociones

¿Eres racional o emocional?

La naturaleza del ser humano es esencialmente emocional.

Las primeras experiencias de las personas no son verbales. Los estratos más profundos de la mente del bebé se configuran sin lenguaje, sin racionalidad.

Es más tarde, cuando el cerebro está suficientemente maduro, que esas experiencias emocionales enlazan con las palabras.

A pesar de esta evidencia, la emocionalidad del ser humano ha sido históricamente desdeñada a favor de la razón, el desarrollo científico y el orden social.

Piensa por un momento en las vivencias más determinantes de tu vida. ¿No son experiencias cargadas de emoción?: el nacimiento de un hijo, un amor apasionado, la muerte de un ser querido…

Nuestras mayores motivaciones, aquello que dirige gran parte de nuestra vida, está cargado de sentimientos intensos de dolor, de deseo, de amor, de envidia, de odio o de miedo.

Nos servimos de la razón para justificar y ajustar nuestras acciones y esfuerzos a las motivaciones emocionales que nos impulsan.

La expresión de estas emociones que nos acompañan, o que incluso nos desbordan, exige un o una terapeuta que pueda sintonizar con el paciente más allá de las palabras, con su mirada, su afecto, sus gestos o sus silencios.


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Elementos

¿Qué emociones son las que te definen mejor y cuáles son las que te desbordan?

Nacemos con un catálogo biológico de emociones-sentimientos que necesitan ser expresados. Muy a menudo buscamos cualquier pretexto para darles salida: ese amigo afortunado que envidiamos, ese vecino ruidoso que odiamos o ese compañero de trabajo que nos activa el deseo.

Más que negar las emociones, tanto las positivas como las «negativas», conviene sentirlas para poder reconocerlas y reconocerlas para poder expresarlas y regularlas.


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La Ira

¿Sientes frustradas tus aspiraciones y no puedes soportarlo?

Quizá te quema por dentro porque la dimensión de las carencias que has sufrido es excesiva.

Pero también podría ser que, has vivido demasiado tiempo «entre algodones» y no has desarrollado una suficiente tolerancia a la frustración, tan necesaria para nuestra capacidad adaptativa.

La expresión de la ira es imprescindible para ahuyentar la impotencia que la contiene.

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La deseperanza

¿Solo se trata de vivir en el «aquí y ahora»?

Nuestro presente está cargado de pasado, de una infinidad de experiencias acumuladas que se activan y se manifiestan en el día a día.

Pero sobre todo, el ser humano es un ser de futuro. Constantemente nos referimos a nuestros anhelos, a nuestros propósitos para los días que vendrán.

En palabras de Martin Heidegger, somos «Proyecto», y sin proyecto no hay esperanza.

Así pues, en el relato vital que se va construyendo en la diada paciente-terapeuta, trabajamos tus planes de futuro y cómo acomodarlos al proceso de cambio personal.

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El deseo

¿Hay que mantener viva la llama?

Debemos reconocerlo, el erotismo, anclado en el misterio y la transgresión, se va distanciando del amor duradero. La pasión decae irremediablemente.

Esto no significa que no puedan convivir el uno con el otro, pero las idealizaciones no ayudan.

La mujer y el hombre son animales eróticos cuya sexualidad va más allá del coito. Son los únicos que sitúan el deseo por encima del placer.

El deseo se manifiesta ante la ausencia de un otro inalcanzable, pero también es potencia para disfrutar y hacer disfrutar.

En la consulta podemos plantearnos cómo suplir esas carencias y cómo desarrollar esa potencia.

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El Amor

¿El amor lo puede todo?

Posiblemente no, pero sin amor la vida se hace muy difícil.

Hay muchas formas de amar, el amor-pasión, la alegría de la amistad o el amor de entrega al prójimo.

El amor-pasión es el eros, la fusión con el otro. No es suficiente, sabemos de la caducidad del enamorado, sobre todo cuando ese amor es correspondido.

La buena noticia es que hay vida después de la pasión, existen parejas felices sin tanta exaltación. Si podemos continuar deseando lo que tenemos, como nuestros compañeros de vida, en lugar de desear lo que nos falta, habremos superado un buen reto.

Hay otro amor universal que también nos convoca, el amor al prójimo. La predisposición amorosa hacia el desconocido es el mejor antídoto para el odio, la envidia o el miedo.

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La Envidia

¿Tan poco confías en ti?

Ante la dificultad de poder identificarnos con una persona que nos parece muy afortunada, es fácil que emerja la envidia. Deseamos para nosotros aquello bueno que tiene el otro.

Y tristemente, en lugar de admirar las virtudes de ese otro, nos empecinamos en destruirlas.

¿Y por qué no podemos identificarnos con esa persona? Posiblemente porque nuestra autoestima está tan afectada que nos abre una brecha insalvable con el envidiado.

El trabajo en consulta consiste en reforzar la autoestima del paciente para ir transitando desde la envidia a la admiración y la gratitud.

mosca en planta carnívora

El Miedo

¿Un mecanismo de alerta, una actitud ante la vida o un instrumento político?

El miedo es un estado afectivo necesario para la adaptación que se genera por una percepción real o imaginaria de un peligro.

Cuando no se corresponde la intensidad del miedo con la dimensión real de la amenaza, el sufrimiento se vuelve innecesario.

Como buena parte de la dimensión de la amenaza es construida psíquica o socialmente, es aquí donde podemos intervenir como profesionales de la psicología.

Reconocer, compartir y cuestionar tus miedos con el terapeuta es el primer paso para liberarte de esta pesada losa.

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Mi trabajo

Al borde del caos

Los teóricos del caos y la complejidad nos explican cómo funcionan los sistemas abiertos como la mente humana.

Para conseguir un cambio, parto de los estados de desestabilización del paciente para llegar a una encrucijada de nuevas alternativas.

Solo así habrá transformación. ¿O acaso recuerdas algún cambio significativo en tu vida que se haya producido sin turbulencias?

Un tercero en el despacho

En el encuentro entre paciente y terapeuta, pretendemos que dos personas compartan un ritmo, una danza, una co-creación sobre el relato de tu vida.

Mediante el intercambio de miradas, de gestos y de mutuo espejamiento, emergerá un tercero, un «nosotros» que experimente la vivencia terapéutica de la cura.

Sin palabras

En los pacientes hay un fondo íntimo muy difícil de modificar y al que el terapeuta no puede acceder solo con el contenido semántico.

¿No has sentido alguna vez que las palabras se quedan cortas para expresar una vivencia concreta?

Intentaré aproximarme a esas experiencias con una actitud de «estar con» el paciente a través de mi escucha atenta y mi propia disposición emocional.

¿Y todo esto para qué?

Para suavizar tus mecanismos de defensa ante el miedo a volver a sufrir una situación traumática.

Para que dejes de acomodarte en dinámicas tóxicas con otras personas.

Para identificar e intervenir en los funcionamientos inconscientes que dificultan tu bienestar.

Para vivir con confianza en los demás, sin sentir el mundo como una amenaza constante.

Para reforzar el sentimiento de apego seguro.

Para sentirnos comprendidos y sobre todo reconocidos.

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